Este año hemos podido disfrutar de un Wimbledon lleno de sorpresas y actores inesperados en las fases finales. Por un lado, en el cuadro femenino, veíamos como la campeona del año pasado, Garbiñe Muguruza, caía a las primeras de cambio (2a ronda). Posteriormente, fueron cayendo el resto de grades favoritas: Halep, Wozniacki, Kvitova, Sharapova, Pliskova....
La eliminación de todas las favoritas propició una final inesperada entre Serena Williams, que parece haber recuperado su nivel después de dar a luz a su primer hijo; y Angelique Kerber, la alemana que logró ser número 1 del mundo en 2016 ganando el Open de Australia y el US Open. Fue un partidazo. Hacía tiempo que no veía un nivel tan alto en la raqueta de la alemana, que dio un recital de tenis ante el que Serena no pudo obtener resistencia. Tras un doble 6-3, Kerber se convertía en tricampeona de Grand Slam sumando Wimbledon a sus vitrinas. Ya solo le queda Roland Garros para ganar los 4 grandes.
Con los 1200 puntos que otorga ser finalista, Serena se mete de nuevo entre las 30 mejores del mundo. Por otro lado Kerber, con los 2000 puntos del campeonato, se coloca top 5 en el ránking actual, y top 2 en el ránking "race", a muy pocos puntos de Simona Halep. Si la alemana es capa de mantener el nivel, puede pelear por volver a ser número 1 este año. El tiempo dictaminará sentencia.
El cuadro masculino tuvo menos sorpresas en las primeras rondas. Los grandes favoritos fueron avanzando ronda a ronda (aunque si que vimos la pronta de eliminación de algunos, como por ejemplo Zverev). Las locuras comenzaron en 4os de final. Anderson, remontando dos sets en contra, mandaba al actual campeón Roger Federer a su casa. Y por el otro lado del cuadro Del Potro estuvo a punto de hacer lo propio con Nadal (aunque Rafa es mucho Rafa.
Las semifinales fueron una locura. Ambas fueron las dos mas largas de la historia, siendo el Isner-Anderson la más aburrida y larga de la historia. Todo saques y nada de versatilidad en el juego. Puntos que duraban uno o dos golpes. Y para colmo saque tras saque sin ningún break de por medio. Nada que ver con la segunda semifinal, Nadal vs Djokovic, que fue uno de los mejores partidos de la historia de Wimbledon. Y sí, el erbio renació de sus cenizas.
Pudimos ver a un Djokovic más concentrado que nunca, con agresividad, confianza y puntería. Gritando cada fallo y celebrando cada winner. Sin duda el serbio ha logrado recuperar ese gen ganador que, no solo le llevó a ganar a Rafa en 5 sets, sino que también le llevó a arrasar a Kevin Anderson en la final. 6-2, 6-2 y 7-6, y el serbio ganaba su cuarto Wimbledon.
La hierba y Novak Djokovic, un amor que será para toda la vida.
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